Los chicos de la Imprenta Fantasma son
grandes amigos míos, así que cuando recibí su mensaje
proponiéndome una misión en Turelia no lo dudé ni un instante y
allá que me fui, de polizón en una furgoneta cargada de telas.
Cuano llego a un lugar desconocido me gusta explorar un poco a mi
aire con el fin de hacerme una idea de la situación sin necesidad de
que nadie me cuente nada. En Turelia había un lugar en particular
que quería visitar sin falta.
Era medianoche y el comandante Vimes
caminaba a grandes zancadas dentro de su pequeño despacho en un el
viejo cuartel militar en el que estaba confinada la Guardia Real.
Parecía un león enjaulado, caminando arriba y abajo, pateando los
muebles y sin dejar de vociferar. Yo observaba con interés desde la
oscuridad encaramado en un árbol que crecía frente a la ventana
abierta. Observaba y escuchaba.
-No podemos hacer nada, mi comandante
-trataba de calmarlo el oficial que estaba con él-. Las órdenes
eran claras: venir a este cuartel y esperar. Tenían el sello real y
todo.
-El sello real significa bien poco si
el rey está prisionero -respondió Vimes-, cualquiera podría haber
sellado esa orden pero desde luego el rey nunca lo habría hecho. El
rey Tim es mi amigo, lo conozco desde que era un mocoso que no sabía
ni andar, lo he tenido en mis rodillas y le he limpiado las lágrimas
cuando se caía y se hacía daño. Sin embargo no me han dejado
acercarme a él desde que desapareció su familia.
-De cualquier manera -objetó el
oficial-, si entramos en el palacio desobedeciendo una orden sellada
con el sello real se consideraría rebelión y habría una guerra.
-¡Ya lo sé, maldita sea! -se
indignaba el comandante- Si al menos me pudiera acercar al rey,
hablar con él unos minutos...
¡Vaya vaya vaya! -pensé- Este hombre
adora al joven rey Tim y está a punto de explotar de pura
indignación. Es interesante saber esto porque más adelante tal vez
me convenga hacerle explotar de verdad.
Mientras tanto, en el otro extremo de
la ciudad, en los calabozos de los olfateadores Guy Montag
interrogaba a un pequeño y asustado librero. Le habían pegado, le
habían amenazado, pero el hombrecillo había resultado ser duro de
roer y no había hablado.
-Si no nos dices cómo contactar con la
Imprenta Fantasma tu esposa y tus hijos lo pagarán -le amenazó
finalmente Montag.
El pobre librero estaba muy asustado y
dolorido y aun así había aguantado de forma admirable, pero la
amenaza a su familia fue más de lo que podía soportar así que al
final cedió y lo contó todo:
-Hay que buscar un ladrillo suelto
junto al portal número 13 de la Calle Mayor, retirar el ladrillo y
dejar una nota con la siguiente contraseña escrita: "El
tiranosaurio tiene tres dedos". Luego hay que colocar el
ladrillo y marcar una x de tiza en la pared. Al día siguiente al
mediodía hay que ir al parque que hay junto al río vistiendo una
camiseta verde y esperar en el banco que hay junto a la fuente. Allí
alguien de la Imprenta Fantasma contacta contigo y te da detalles
sobre la entrega de los libros.
-¡Bien, ya habéis oído! -gritó
Montag mientras daba una palmada- Lo quiero todo preparado en
seguida, esta vez no escaparán, la Imprenta Fantasma tiene los días
contados en Turelia; nadie toma el pelo a los olfateadores de la
Guardia Roja.
Un par de días después, en la
trastienda de la Imprenta Borrón de Tinta (que como recordaréis era
la tapadera de la Imprenta Fantasma) pude admirar los grandes
progresos que habían hecho con el libro del rey. La verdad es que a
pesar de no estar terminado era el mejor libro de dinosaurios que
había visto nunca, se titulaba Triásico, Jurásico y Cretácico,
cuando los dinosaurios dominaban la Tierra: Tipo lo había preparado
en un formato de gran tamaño, espectacular y fácil de leer; Tinta
había creado para la ocasión las ilustraciones de dinosaurios más
bonitas y coloridas; Gütt había escrito los detalles más
interesantes y sorprendentes de un montón de especies y hasta Prensa
había hecho su parte incluyendo en el centro del libro un par de
desplegables espectaculares: al abrir las páginas se levantaban
bellos paisajes jurásicos y enormes dinosaurios que parecía que
iban a echar a correr en cualquier momento. Era una obra de arte.
Estábamos comentando los detalles del libro, yo bromeaba sobre el
peligro de poner al alcance de un ladrón de libros semejante
preciosidad, cuando entro Gütt que venía de contactar con un
posible cliente en el banco del parque. Estaba pensativo y parecía
preocupado.
-No me ha gustado nada este cliente
-dijo-, más que un librero parecía un boxeador y además no sabía
nada sobre libros de dinosaurios. Cuando le he preguntado qué
títulos quería encargarnos me ha respondido que lo habitual, libros
con hojas y dibujos, muchas hojas y muchos dibujos. En resumen: si
ese tío es un librero yo soy Dora la Exploradora.
-Puede que el librero no se haya
atrevido a ir a la cita y haya enviado a un amigo cachas -reflexionó
Prensa-, con los tiempos que corren y los olfateadores mosqueados
después de la operación Papel Mojado cualquier precaución es poca.
-En eso estoy de acuerdo, cualquier precaución es poca -afirmó
Gütt-, por eso le he dicho que le prepararíamos una colección
variada y he establecido como punto de entrega la fuente que hay en
el centro del parque junto al río que de noche es un sitio oscuro y
solitario y lo más importante: tiene muchas escapatorias y un montón
de escondites. Esta vez será una entrega especial y la tenemos que
planificar bien. Prensa: tú te quedarás en la imprenta preparada
para embalarlo todo por si hay que escapar a toda prisa. Tipo y yo
reconoceremos el terreno y vigilaremos; esta vez la entrega la hará
Tinta. Será esta misma noche.
-Pero las entregas las suelo hacer yo
-se quejó Tipo.
-Esta vez no -respondió Gütt- Tinta
es la más rápida y, si hay que salir pitando ella es la que más
posibilidades tiene de escapar de los olfateadores. Además, no creas
que no vas a tener tu ración de peligro. Si es una trampa nosotros
tendremos que hacer ruido para tratar de distraerlos y que Tinta
tenga más posibilidades de escapar.
-También podría hacer yo la entrega
-me ofrecí-. Dejaré los libros, recogeré el pago y ni siquiera se
darán cuenta de que he estado ahí.
-No -descartó Gütt-, si como me temo
es una trampa de los olfateadores, nosotros los mantendremos ocupados
y será el momento ideal para que entres en los aposentos del rey y
dejes el libro a su alcance.
-Hablando del libro -dije-, tengo un
plan que tal vez ayude al éxito de la misión: esta noche, en vez de
una entrega haré dos: el libro del rey Tim y una pequeña carta a una persona que he conocido hace poco.
Mientras comunicaba mi plan a los
operarios de la Imprenta Fantasma, Guy Montag, el jefe de los
olfateadores tenía dificultades para preparar su trampa en el
parque.
-Tú eres tonto -le gritaba al pobre
olfateador que se había hecho pasar por librero y había hablado con
Gütt- ¿Cómo se te ocurre aceptar la entrega en un lugar como este?
No hay puertas ni casi caminos que podamos controlar y sí hay, en
cambio, mil sitios donde esconderse y dos mil rutas de escape. Esta
noche quiero aquí a todos los olfateadores, y cuando digo todos
quiero decir todos. Quiero un olfateador vigilando cada árbol y cada
palmo de terreno alrededor de esa maldita fuente. Si esta noche se
caga un pájaro aquí, quiero ser el primero en enterarme.
-Pero jefe -objetó el olfateador
metido a librero-, esto es muy grande y casi no hay farolas, va a ser
imposible cubrirlo todo.
-¡Pues os las apañáis! -se desgañitó
Montag- Si logran escapar rodarán cabezas y la primera va a ser la
tuya. Ah, y como sé que sois una panda de inútiles, no quiero que
nadie mueva ni un dedo hasta que yo dé la orden.
Cuando cayó la noche Tipo y Gütt
cogieron prestado un bote de remos en un pequeño muelle que había
río arriba y remando en silencio llegaron al parque. Todo estaba
silencioso, ni siquiera los grillos cantaban. Sigilosos como sombras
se escurrieron entre los olfateadores que, ajenos a ellos
concentraban su atención en el punto de encuentro que era la fuente.
-Jo, hay un montón -susurró Tipo-.
Todos los olfateadores de Turelia parecen estar vigilando esa fuente.
-Pues entonces hay que distraerlos
-opinó Gütt-. Tú quédate por aquí, cerca del bote y cuando yo
llame su atención, contactas con Tinta y escapáis por el río
mientras yo les hago correr. Separémonos.
Tinta llegó por el camino principal
poco después cargada con una mochila llena de libros. El silencio en
el parque no era normal. Ni un búho, ni un grillo, ni una rana,
ninguno de los sonidos nocturnos normales se escuchaba esa noche.
Estaba bastante asustada, algo iba mal, ahora estaba segura. Sin
embargo confiaba en la velocidad de sus piernas y en la ayuda de sus
amigos.
Guy Montag vigilaba la fuente como un
sabueso, no le quitaba ojo y aguzaba el oído atento a cualquier
ruido anormal. Esta vez no escaparían. Al poco vio llegar una chica
cargada con una mochila, era esbelta y parecía ágil y rápida pero
eso no le serviría de nada, sus hombres rodeaban la zona y estaban
atentos a su orden. Tinta estaba ya junto a la fuente, a punto de
descargar la mochila. Montag estaba tenso como un muelle, solo unos
segundos más, apenas podía esperar... Entonces sonó un grito en la
noche: ¡¡ATENCIÓN, PELIGRO, OLFATEADORES!! Era Gütt y su voz sonaba
en la otra punta del parque. Todos los olfateadores escondidos
reaccionaron como un solo hombre y corrieron hacia los gritos.
-¡No, maldita sea! ¡Inútiles!
¡Cabestros! ¡Burros! ¡Esperad a mi señal! -se desgañitaba
Montag.
En ese momento Tinta dejó caer la
mochila y echó a correr hacia la oscuridad como una cierva. Montag dejó de gritar a sus hombres, miró a Tinta, exclamó: ¡NO ESCAPARÁS! y corrió tras ella. Tinta era más rápida
de lo que el jefe de los olfateadores había sospechado, él apenas había empezado a correr y ella ya estaba a
punto de llegar a la oscura protección que le brindaban los árboles.
Entonces tropezó con una raíz oculta y cayó al suelo mientras un
dolor lacerante le subía del tobillo.
-¡Ya eres mía! -dijo Montag
extendiendo una mano enorme para agarrar a la dolorida Tinta mientras
una sonrisa de triunfo cruzaba su cara.
Y... ¡Vaya! Nos hemos vuelto a quedar
sin tiempo. Esta semana creo que me he pasado y todo, no sé si
habréis podido terminar de leer.
La semana próxima conoceremos el final
de esta apasionante aventura y además tendremos una sorpresa.
Algunos me habéis preguntado cómo soy y me habéis pedido que ponga
una foto. Eso es imposible, lo que sí puedo hacer es poner un dibujo
que me ha hecho un buen amigo mío; así que la semana próxima
podréis ver la cara de Leonardo, aunque sea en caricatura.
el llibre del rei esta xulo perque ami me guntan los depegables
ResponderEliminarLeonardo tengo 3 gatos:uno se llama Chili, otro Wuilli, i otro Naranjito.Hadios Leonardo.
ResponderEliminar¡Hola Álvaro!¿De verdad te gustan los gatos? Podríamos llevarnos muy bien... a ver si me escribes un cuento sobre ellos y me los dibujas, así podría conocerles un poco más.
Eliminar¡Hasta pronto!
Leonardo soc esther ami tame me gustan los gats i tinc una gateta que se diu Nata
ResponderEliminarHola Leonardo soc Raul, tinc ganes de que m´envies un comentari , adeu.
ResponderEliminar¡Hola Raul! Qué alegría tener noticias tuyas...
ResponderEliminarComo ya sabes estuve ayudando a mis amigos a buscar un sitio estratégico donde montar la imprenta. Y ahora no sé lo que haré. Nunca he podido estar mucho tiempo en un mismo sitio, ya que corro grandes peligros, pero también me gusta ver mundo y conocer gente de todas partes (aunque mi biblioteca secreta sigue estando en el mismo sitio y siempre volveré a ella).
Espero volver algún dia por tu cole y saber que todo te va muy bien.
¡Hasta pronto! ...y sigue contándome cosas...
Hola Leonardo soc Raul i te echo demenos ven pronte val adeu
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