viernes, 4 de mayo de 2012

La Imprenta Fantasma II: Operación Papel Mojado.

La madrugada era húmeda y oscura en la capital de Turelia. Una niebla pegajosa y fría subía del río y las pocas farolas que había en las esquinas apenas bastaban para iluminar las calles. Era una buena noche para estar en casa, bien tapado con las mantas y soñando cosas bonitas.

La puerta de la Imprenta Borrón de Tinta se abrió de golpe. El pincel resbaló entre los dedos de Tinta dejando una mancha en el papel, a Prensa se le cayó en un pié la llave con la que ajustaba los tornillos de la gran imprenta y Gütt pegó tal salto que volcó la mesa en la que estaba trabajando y tinteros y plumas rodaron por el suelo con un tintineo. Los operarios de la Imprenta Fantasma aguantaron la respiración mientras miraban, asustados, hacia la puerta abierta por la que se derramaba la fría niebla procedente de la noche. ¿Los habían descubierto los olfateadores, la terrible rama secreta de la Guardia Roja?

Los olfateadores llevaban sombreros y gabardinas de cuero negro y se desplazaban en coches negros buscando en la noche a quienes osaran desafiar las prohibiciones de los sacerdotes de Om para llevárselos a sus tenebrosas cárceles. Los olfateadores eran despiadados e inteligentes y estaban al mando del terrible Capitán Guy Montag, que era extremadamente listo y también, según se decía, extremadamente malo.

Pero no. No fueron los olfateadores con sus largos abrigos negros quienes entraron por la puerta abierta, sino Tipo, que venía sudoroso, sofocado y sobresaltado. Se sentó en una silla para recuperar el aliento mientras Gütt cerraba la puerta no sin antes echar un vistazo temeroso al exterior, y dijo: maldita sea, me han descubierto. Los otros dieron un respingo. Cuéntanos -pidió Tinta-. Dejad que respire un poco -resopló Tipo-, jo, tengo que perder peso. Vale, ya me encuentro mejor. Sabéis que había ido a hacer una entrega de libros. Todo parecía ir bien, las calles estaban vacías y tranquilas y nadie me seguía. Sin embargo cuando he llegado al punto de encuentro allí estaba el idiota de mi contacto: debajo de la farola y dando saltitos como si estuviera nervioso. No debería haber estado allí, ya sabéis como funciona: yo dejo los libros en el portal de la esquina y recojo el sobre con el pago y más tarde, cuando comprueba que todo está tranquilo y no hay moros en la costa, el contacto recoge los libros. No debemos vernos ni hablar en ningún momento, las negociaciones se hacen con Gütt o con Tinta y siempre que no lleven libros encima. Pero no, allí estaba él, en el punto de encuentro, esperando, y yo con veinte enciclopedias ilustradas de los dinosaurios dentro de la mochila. Si Montag me coge con eso encima no vuelvo a ver la luz del sol. El caso es que al ver que algo no iba bien me he escondido en un rincón oscuro y me he dedicado un rato a observar los alrededores. Al poco los he visto, justo al lado del punto de encuentro, aparcado en un callejón había un coche negro con dos tíos vestidos de negro dentro: olfateadores. Así que he decidido abortar la entrega y cuando me estaba dando la vuelta para volver he tropezado con una bolsa de basura llena de botellas y se ha montado el lío: al oír el ruido el contacto ha salido pitando como si le hubieran metido un petardo en los pantalones, las luces del coche negro y de otros dos más que no había visto se han encendido y todo han sido gritos de ¡Alto a la Guardia Roja! y golpes y escándalo. Afortunadamente yo ya no estaba allí; he salido pitando a toda la velocidad que daban mis piernas. Al principio creo que han intentado seguirme, pero me he metido por callejones estrechos y he dado vueltas y más vueltas para asegurarme de despistarlos. Y eso es todo, aquí estoy, entero pero más asustado que un ratón encima de un tambor.

Parece que han sabido de nuestra existencia pero todavía no nos han descubierto -dijo Gütt mientras se rascaba la barbilla-. Si supieran que detrás del Borrón de Tinta está la Imprenta Fantasma ya los tendríamos aquí y nosotros estaríamos camino de sus calabozos. Sin embargo es cuestión de tiempo que lo averigüen, así que hay que actuar, hay que distraerlos de alguna manera, ganar tiempo y aprovecharlo para pensar en un plan definitivo, en un golpe maestro capaz de acabar con la prohibición de una vez por todas. Lo de acabar con la prohibición podría ser hasta sencillo -sugirió Tinta mientras una gran sonrisa se extendía lentamente por su cara-. Explícate -pidió Gütt-. ¿Quién es el Rey? -preguntó Tinta-. El Rey es un amargado cagado de miedo -respondió Tipo despectivo-. No, lo que preguntaba es qué es el Rey. El Rey Tim es un niño -dijo Tinta sin esperar respuesta-. Y lo normal es que a los niños les gusten los libros de dinosaurios. Pues bien, lo que haremos será crear el libro de dinosaurios más bello que se haya publicado jamás y se lo haremos llegar a Tim. Si con eso no conseguimos que abra los ojos y levante la prohibición simplemente nos marcharemos del país. Bien, pero hacer llegar el libro a Tim no es tarea sencilla -objetó Gütt-, ese sacerdote que tiene como consejero no lo deja solo mas que durante la noche, en su habitación, sin embargo su habitación está en lo alto de una torre y la puerta siempre está vigilada por dos guardias rojos. Conozco a la persona indicada para este trabajo -afirmó Tipo mientras saltaba de la silla-: Leonardo el Ladrón de Libros se infiltrará en la torre y pondrá el libro al alcance de Tim, si alguien puede hacer eso es un ladrón de libros y Leonardo es de los mejores. El plan es bueno, pero seguimos necesitando distraer a los olfateadores que se nos acercan peligrosamente, para conseguirlo podríamos inundar la ciudad con octavillas de propaganda -sugirió Prensa-, eso los haría correr como pollos sin cabeza, podríamos aprovechar la confusión para colocar unas cuantas remesas de libros con tranquilidad y tendríamos tiempo para hacer el libro del rey. ¿Y quién repartiría las octavillas? -preguntó Tipo que seguía sobresaltado- Es un trabajo peligrosísimo. Bueno -susurró Prensa con una sonrisa pícara-, para eso necesitamos gente valiente, que no se detenga ante nada y no conozca el temor, dejaremos que sean los olfateadores quienes nos repartan la propaganda. ¿¿¿QUEEE??? -gritaron los demás al unísono. Tranquilos, os explicaré como va -los tranquilizó Prensa-. Imprimimos una serie de unos cuantos miles de octavillas en las que ponga: "La Imprenta Fantasma está en la ciudad - Especializados en libros prohibidos. Los mejores libros de dinosaurios". Luego cogemos esas octavillas, las hacemos paquetes y mojamos los paquetes hasta que el papel se apelmace. Entonces cogemos los paquetes mojados y con mucho disimulo los vamos dejando en los techos de los coches de los olfateadores. Cuando los olfateadores den vueltas por la ciudad en sus coches, las octavillas se irán secando poco a poco y saldrán volando a medida que vayan quedando secas, con lo que la ciudad quedará llena de propaganda y para cuando descubran de dónde sale a los únicos que podrán detener por repartirla será a otros olfateadores. La llamaremos "Operación Papel Mojado".

La “Operación Papel Mojado” fue un éxito, los olfateadores se acusaban entre ellos de alta traición mientras su jefe Guy Montag se volvía loco, incapaz de descubrir de dónde venían las octavillas. Había estado cerca, a punto de atrapar a ese pequeñajo regordete que se le escabulló por los callejones con su mochila llena de libros. Ahora con tanto lío estaba como al principio, sin embargo no tardarían en caer: Guy Montag tenía un plan. Ajenos a todo esto, los de la Imprenta Fantasma trabajaban a toda prisa en el libro del rey. Buscaban las ilustraciones y las fotos más bonitas, los textos más completos y las aventuras más exóticas, todo destinado a crear el libro de dinosaurios definitivo, un libro con desplegables y todo, el libro que todo niño querría tener.

Y es más o menos en este punto cuando entro yo en la historia; desgraciadamente hoy no tenemos tiempo para más y tendremos que esperar a la semana próxima para conocer las apasionantes aventuras y los peligros que viví en Turelia junto con los cuatro de la Imprenta Fantasma.

Un saludo, portaos bien, sed obedientes con vuestros padres y vuestra seño y no hagáis nada que yo no haría ;-)

No hay comentarios:

Publicar un comentario