jueves, 21 de junio de 2012

Leonardo en la biblioteca del espectro II.

Como recordaréis, en mi última aventura había conseguido infiltrarme en la Biblioteca Nocturna, pero a pesar de todo mi cuidado había sido descubierto por el espectro bibliotecario.

-Entra libremente, por tu propia voluntad y deja parte de la felicidad que traes -me dijo-.

Yo no sé a vosotros, pero a mí esta invitación me puso bastante nervioso. A pesar de todo entré y me acerqué al círculo de luz que lanzaban las velas que había en un candelabro sobre la mesa de lectura.

-¡Vaya vaya! -dijo el espectro- ¡Qué tenemos aquí!, si mis viejos ojos fantasmales no me engañan, tenemos nada más y nada menos que un ladrón de libros.

Upssss, me había olvidado de que llevaba mi colgante a la vista y el bibliotecario conocía el símbolo. No os lo he contado, pero cada ladrón de libros tiene un colgante con un símbolo que lo identifica. Cada símbolo es diferente pero todos tienen un libro abierto encima. El mío es una zarpa coronada con un libro abierto, el de Laura, la ladrona de libros que mencioné hace algún tiempo es una pluma coronada con un libro abierto; el de Luther, un ladrón de libros que puede que os presente algún día en una de mis aventuras, y que está especializado en libros de caballerías, es una espada coronada con un libro abierto; y así un montón, cada uno identificando a un ladrón y todos con el símbolo del libro abierto encima.

-Tranquilo, no huyas, acércate por favor - suplicó el bibliotecario al ver que mis pelos se erizaban y me preparaba para echar a correr. Al tiempo que decía eso, se abrió la túnica fantasmal y pude ver el símbolo que llevaba cogido a una cadena colgando de su cuello: una mano con un ojo en la palma ¡¡y un libro abierto encima!! el fantasma era, o había sido un ladrón de libros. Pero no un ladrón de libros cualquiera, nada de eso, la mano con el ojo era el símbolo, nada más y nada menos que de Lawrence, el primer ladrón de libros que había existido y que desapareció misteriosamente, hace 500 años junto con toda su biblioteca.

-Siéntate, amigo Leonardo -me pidió el fantasma-, no temas nada, ponte cómodo y deja que te cuente mi triste historia. Veo que has reconocido mi símbolo, si es así sabes que un ladrón de libros no puede hacer daño a otro dentro de una biblioteca. Estás a salvo y yo me muero por hablar con alguien.

La historia del espectro.

Como sabes, mi nombre es Lawrence y soy, o lo era entes de convertirme en un espectro, el primer ladrón de libros. Yo estaba especializado en libros de magia y libros mágicos, libros perdidos, libros olvidados y en general en libros mitológicos cuya existencia la mayoría de la gente pone en duda. Como puedes ver si miras a tu alrededor, a lo largo de mi vida pude reunir una buena colección. Únicamente me faltaba un libro para completarla: El Octavo, el libro que contiene los ocho hechizos que dieron forma a los reinos imaginarios. Busqué y busqué durante muchos años a lo largo y ancho de los reinos imaginarios, corrí mil aventuras y escapé de mil y un peligros pero El Octavo no aparecía. Quienes conocían su existencia ignoraban su paradero, y quienes negaban su existencia se reían de mí; nadie parecía saber nada. Un día, cuando casi me había dado por vencido, en la biblioteca de los monjes escritores dí con la pista. Según el catálogo de libros casi imaginarios que hay en esa biblioteca, se afirmaba que El Octavo estaba en la torre del Mago Puf. No te dejes engañar por lo gracioso de su nombre, amigo Leonardo. El Mago Puf era uno de los magos más poderosos y cascarrabias que han existido y como todos los magos vivía en una alta torre rodeada de trampas y hechizos protectores. Hice mis planes y cuando todo estuvo preparado esperé a que el mago saliera y asalté la torre. No te aburriré con los detalles, pero esa fue la acción mas difícil de mi carrera: escapé por muy poco de trampas y cuchillas giratorias; deshice los hechizos defensivos con conjuros y engañé los hechizos de vigilancia con amuletos. Y al final, por fin entré en la sala donde estaba el libro. El Octavo estaba abierto encima de un pedestal y parecía bañado en una extraña luz morada. No perdí el tiempo, no sabía cuánto tardaría en volver el mago. Cerré el libro, me lo metí bajo la camisa y eché a correr hacia la puerta. Bajé escaleras, atravesé habitaciones y recorrí a toda velocidad larguísimos pasillos; estaba a punto de cruzar la puerta de salida cuando ésta se cerró con un golpe ¡PLOM! El Mago Puf había vuelto y me estaba esperando.

-¿Quién eres y qué buscas aquí? -rugió el mago mientras sus cejas se erizaban como... eso, como erizos y sus ojos echaban chispas como petardos de San Juan.

No pensaba decirle mi nombre a un mago enfadado, todo el mundo sabe que si un mago conoce tu nombre puede maldecirte, así que improvisé.

-Mi nombre -respondí con una reverencia- es Carlos y soy carpintero. Reparo puertas que se atascan, engraso bisagras que chirrían y hago cualquier trabajo de ebanistería que podáis necesitar. He venido a ofreceros mis servicios, eminencia.
-Así que Carlos -murmuró el mago sin dejar de mirarme- ¿Y qué llevas bajo la camisa, Carlos?
-¿Qué voy a llevar (glups), eminencia, sino mis herramientas? -traté de disimular.
-Así que tus herramientas. No sabía que los ladrones de libros tuvieran herramientas ¿Y por un momento has pensado, Lawrence, que podrías engañar al Mago Puf? Te he estado vigilando durante todo el día, maldito ladrón, y aunque debo reconocer que me has sorprendido al conseguir burlar mis trampas y mis hechizos, ahora tendrás tu merecido.

El mago no solo conocía mis planes sino que conocía también mi nombre. Estaba perdido. Puf levantó su mano derecha que empezó a brillar con una extraña luz. El colgante con mi símbolo empezó a calentarse contra mi pecho. Y el Mago Puf me lanzó su maldición:



-Lawrence ladrón de libros, yo te maldigo. Te condeno a ser una sombra, te condeno a una existencia nocturna, a ser un espectro, a no estar vivo ni muerto. Te condeno a vivir entre tus libros durante toda la eternidad pero sin poder tocarlos nunca más. Te condeno a ver como tu amada biblioteca se va estropeando y llenando de polvo sin que tú puedas hacer nada para evitarlo. Te condeno a inspirar miedo y a no encontrar nunca ayuda entre los hombres. ¿Quieres El Octavo? Muy bien, quédatelo. Pero te va a dar igual porque nunca podrás tocarlo.

La mano del mago brilló con más fuerza, al mismo tiempo mi colgante pareció incendiarse con una llama cegadora como la de un gigantesco cohete de fuegos artificiales, luego cayó la oscuridad y yo me desmayé.

Cuando desperté estaba aquí. No tardé en descubrir que no podía tocar los libros. Mis manos atraviesan cualquier cosa que intente coger. Ni siquiera puedo sujetar la más pequeña pluma del plumero que me sirva para quitar el polvo. He intentado contratar un ayudante de entre los curiosos que vienen a menudo atraídos por la leyenda de la Biblioteca Nocturna, pero todos huyen chillando en cuanto me ven. Ni siquiera me dejan proponérselo.

-Bueno -reflexioné-, si te he entendido bien, la maldición decía que no encontrarías nunca ayuda entre los hombres, pero yo soy un gato, así que nada me impide echarte una mano, o más bien una pata para ordenar y limpiar todo esto. Además, cuando haga correr la voz entre los ladrones de libros, mucho me temo que ninguna maldición podrá impedir que vengan a visitar esta maravillosa biblioteca y a conocer al mítico Lawrence. O mucho me equivoco, o dentro de unos cuantos meses te va a sobrar la ayuda.

El espectro se puso tan contento que intentó abrazarme, pero como no puede tocar nada, ni siquiera a un gato ladrón de libros, me atravesó... además de pegarme un buen susto; el que te atraviese un fantasma, por muy contento que esté no es nada agradable, os lo aseguro.

Me quedé unos cuantos días ayudando al espectro bibliotecario, o más bien unas cuantas noches, ya que en la Biblioteca Nocturna nunca se hace de día. Me contó muchas historias divertidas y aprendí mucho de los libros que allí hay almacenados, sin embargo al final me tocó volver a mis quehaceres. Se corrió la voz entre los ladrones de libros y casi todos visitan al espectro con frecuencia. También se corrió la voz entre los ratones de biblioteca, pero por lo que yo sé, cuando Dienteduro y Lenguanegra fueron a la Biblioteca Nocturna, Lawrence, el espectro bibliotecario les pegó tal susto que aún deben estar corriendo.

Algunos os preguntaréis qué pasó con el manuscrito de Drácula, el que yo había ido a robar. Pues bien, en realidad no estaba allí. Ningún libro ha entrado ni salido de la Biblioteca Nocturna en los últimos 500 años. Aquellos hombres estaban equivocados, el manuscrito no ha aparecido. Sin embargo si está en alguna parte, yo lo encontraré... y lo robaré ;-)

Y esto, queridos amigos de 1º A, es todo por este curso. Espero que os hayáis divertido con mis historias tanto como me he divertido yo con vuestros cuentos. Como el cole estará cerrado y yo nunca entro a robar en las casas, este verano no os robaré más libros. Sin embargo os animo a que sigáis escribiendo para vuestros amigos y familiares; quién sabe si algún día, alguno de vosotros será un escritor famoso y lo hará para todo el mundo.

Portaos bien, jugad mucho y nunca, nunca dejéis de leer, de escribir y de aprender.

Os quiere mucho:

Leonardo.

P.S. Aunque no robe libros, puede que durante el verano publique alguna aventura más. No me perdáis de vista.

5 comentarios:

  1. gracias por acer una istoria

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  2. gracias leonardo te quiero adios

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  3. HOLA SOI JUDIT CUAN BASABIDRE ACLASE DE SEJON A

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  4. Hola guapa! Soc la senyo Maite! Com va tot?
    He pensat que per ací podria ficar-me en contacte amb vosaltres.
    Jo estic en un cole propet d'on visc, però vos trobe molt a faltar.
    Vos porteu be?... segur que si.
    Un bes molt fort i espere que em conteu cosetes.

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